lunes, 16 de julio de 2018

EDUARDO Y EL DRAGON

Eduardo era el caballero más joven del reino. Aún era un niño, pero era tan valiente e inteligente, que sin haber llegado a luchar con ninguno, había derrotado a todos sus enemigos. Un día, mientras caminaba por las montañas, encontró una pequeña cueva, y al adentrarse en ella descubrió que era gigantesca, y que en su interior había un impresionante castillo, tan grande, que pensó que la montaña era de mentira, y sólo se trataba de un escondite para el castillo.
Al acercarse, Eduardo oyó algunas voces. Sin dudarlo, saltó los muros del castillo y se acercó al lugar del que procedían las voces.
-¿hay alguien ahí?- preguntó.
- ¡Socorro! ¡ayúdanos! -respondieron desde dentro-llevamos años encerrados aquí sirviendo al dragón del castillo.
¿Dragón?, pensó Eduardo, justo antes de que una enorme llamarada estuviera a punto de quemarle vivo. Entonces, Eduardo dio media vuelta muy tranquilamente, y dirigiéndose al terrible dragón que tenía enfrente, dijo:
- Está bien, dragón. Te perdono por lo que acabas de hacer. Seguro que no sabías que era yo
El dragón se quedó muy sorprendido con aquellas palabras. No esperaba que nadie se le opusiera, y menos con tanto descaro.
- ¡Prepárate para luchar, enano!, ¡me da igual quien seas! -- rugió el dragón.
- Espera un momento. Está claro que no sabes quién soy yo. ¡Soy el guardián de la Gran Espada de Cristal!.-siguió Eduardo, que antes de luchar era capaz de inventar cualquier cosa- Ya sabes que esta espada ha acabado con decenas de ogros y dragones, y que si la desenvaino volará directamente a tu cuello para darte muerte.
Al dragón no le sonaba tal espada, pero se asustó. No le gustaba nada aquello de que le pudieran cortar el cuello. Eduardo siguió hablando.
- De todos modos, quiero darte una oportunidad de luchar contra mí. Viajaremos al otro lado del mundo. Allí hay una montaña nevada, y sobre su cima, una gran torre. En lo alto de la torre, hay una jaula de oro donde un mago hizo esta espada, y allí la espada pierde todo su poder. Estaré allí, pero sólo esperaré durante 5 días
Y al decir eso, Eduardo levantó una nube de polvo y desapareció. El dragón pensó que había hecho magia, pero sólo se había escondido entre unos matorrales. Y el dragón, deseando luchar con aquel temible caballero, salío volando rápidamente hacia el otro lado del mundo, en un viaje que duraba más de un mes.
Cuando estuvo seguro de que el dragón estaba lejos, Eduardo salió de su escondite, entró al castillo y liberó a todos los allí encerrados. Algunos llevaban desaparecidos muchísimos años, y al regresar todos celebraron el gran ingenio de Eduardo.
¿Y el dragón? ¿Pues os podéis creer que en el otro lado del mundo era verdad que había una montaña nevada, con una gran torre en la cima, y en lo alto una jaula de oro? Pues sí, y el dragón se metió en la jaula y no pudo salir, y allí sigue, esperando que alguien ingenioso vaya a rescatarle...

ENSAYO SOBRE LA CALIDAD EDUCATIVA (POLÍTICAS Y ESTRATEGIAS) EN EL PERU

martes, 10 de julio de 2018

¿Quién es el más hermoso?


Hace cientos de años vivía en China un caballero llamado Zou Ji. Este hombre sabía que era muy guapo y se pasaba el día contemplándose en el  espejo para disfrutar de su propia belleza.



– ¡Ay, qué suerte tengo! Tengo un rostro delicado, un cuerpo esbelto y una gracia natural que llama la atención ¡La naturaleza ha sido muy generosa conmigo!

Su estilo y elegancia eran famosos en todo el reino, pero corrían rumores de que había otro hombre que podía competir con él en hermosura: un tal señor Xu, que vivía en otra ciudad al norte del país.

Una mañana una de las sirvientas llamó a la habitación de Zou Ji.

– Señor,  le recuerdo dentro de una hora tiene una cita en su despacho con un importante hombre de negocios.

– ¡Es cierto! Me arreglo y bajo a recibirlo.

Zou Ji se aseó, se vistió con sus mejores ropas, y como siempre, se encontró guapísimo.

Mientras  se repasaba de arriba abajo frente al espejo, preguntó a su mujer:

– Querida esposa, yo no conozco a ese señor Xu del que tanto hablan pero tú sí. Dime  ¿quién es más hermoso de los dos?

Su esposa le contestó inmediatamente:

– Tú, querido, por supuesto ¡El señor Xu es guapo pero ni en broma se acerca a tu belleza!

A Zou Ji le agradó mucho la respuesta, pero no se quedó conforme y decidió pedir una segunda opinión. Salió de su alcoba, bajó la escalinata de mármol que llevaba al despacho  y se cruzó con el ama de llaves, una mujer de confianza que llevaba más de veinte años trabajando en el hogar familiar.

El ama le deseó los buenos días con un movimiento de cabeza, sin detenerse.

– ¡Buenos días, señor!

– ¡Un momento, espera! Quiero hacerte una pregunta y por favor sé sincera conmigo.

– Usted dirá.

– Sé que tú también conoces al famoso señor Xu y necesito que me digas si él es más hermoso que yo.

La respuesta fue rotunda:

– Señor, no tenga dudas de ningún tipo ¡Usted es muchísimo más bello y atractivo que él!

Zou Ji agradeció el cumplido pero la duda siguió rondando por su cabeza mientras se dirigía a su despacho personal.

Al poco rato llamaron a la puerta. De nuevo, era la sirvienta.

– Señor, su invitado acaba de llegar.

– ¡Gracias, dígale que pase!

Zou Ji recibió al hombre de negocios con sonrisa afable y le invitó a sentarse en un cómodo sillón.

– Si no le importa, antes de meternos en temas profesionales quiero hacerle una pregunta muy personal.

– ¡Claro que no me importa! ¿Qué quiere saber?

– Sé que usted vive al norte del país como el señor Xu y que son amigos de la infancia.

– No se equivoca, así es.

– ¿Y según su opinión él es más hermoso que yo?

El caballero puso cara de sorpresa ante la estrambótica pregunta  pero contestó con seguridad.

– Por favor, no se preocupe por eso ¡Usted es muy hermoso, mucho más hermoso que él sin punto de comparación!

– Muchas gracias, me deja usted tranquilo. Ahora, si quiere, cuénteme qué le trae por aquí.

Pasaron tres días y la casualidad quiso que el señor Xu visitara la ciudad. La noticia corrió como la pólvora,  Zou Ji se enteró, y rápidamente corrió a contárselo a su esposa.

– ¡Querida, el señor Xu estará una temporada en la ciudad y quiero conocerlo! Le mandé  un aviso para que viniera hoy a comer a nuestra casa y ha aceptado gustoso la invitación.

– ¡Qué buena noticia, amor mío! Avisaré al servicio para que todo esté  listo a la una en punto.

– ¡Estupendo! Me voy arriba a emperifollarme un poco. Tengo que pensar bien lo que me voy a poner…  ¡Al fin voy a comprobar con mis propios ojos si yo soy más guapo que él!

El señor Xu se presentó muy puntual y el matrimonio salió a recibirlo. En cuanto Zou Ji lo vio ¡se quedó de piedra!

Se trataba de un muchacho guapísimo que derrochaba una elegancia innata imposible de superar. Sus dientes eran perfectos, tenía los ojos grandes de color verde esmeralda  y su piel parecía más suave que la mismísima seda ¡Por no hablar de que se movía de manera exquisita  como si sus pies flotaran sobre el suelo!

Zou Ji se sintió hundido en la miseria ¡Era evidente que el señor Xu era un tipo mucho más guapo y seductor que él!

Esa noche la decepción y la tristeza no le dejaron dormir.  Lo peor para él no fue comprobar que no era tan guapo como el señor Xu,  sino darse cuenta de algo mucho más importante y  en lo que nunca había pensado.

– “Mi mujer me dijo que yo era más hermoso que el señor Xu porque me quiere y se desvive por  agradarme; mi ama de llaves me dijo lo mismo porque tiene miedo de que la despida de su trabajo; el hombre de negocios que me visitó también me aseguró que yo era más bello porque me necesita para ganar dinero…

Zou Yi, entristecido, suspiró:

– ¡Qué difícil es conocer lo que realmente piensan los demás!

Moraleja: A todos nos gusta que nos digan cosas bonitas y lo fantásticos que somos, pero es bueno saber que hay personas que lo hacen solo por interés.  Desconfía de quien se pasa el día piropeándote y diciéndote que eres el mejor en todo. Tú sabes cuáles son tus virtudes, tus capacidades y tus límites, y lo importante es confiar en ti mismo y en lo que te dice el corazón.
Fábula ¿Quién es el más hermoso?

Paz entre los animales


Una mañana soleada de verano, un gallo de colores salió a dar un paseo por el campo. Hacía poco que el dueño de esa tierra había sembrado, así que sabía con seguridad que allí encontraría semillas y con suerte algún pequeño gusano que llevarse al pico.

Andaba distraído escarbando por aquí y por allá cuando vio que una zorra surgía sigilosamente  de entre la maleza que rodeaba la finca.

– ¡Uy, esa zorra viene a por mí! ¡Tengo que ponerme a salvo!

El gallito de colores miró rápidamente a su alrededor y divisó un único árbol a pocos metros de  donde estaba. Sin tiempo para pensar en un plan mejor, echó una carrera sin parar de aletear  y se subió a la copa.

Unos segundos después la zorra llegó jadeando hasta el tronco, miró hacia arriba y le gritó:

– ¡Hola, amigo gallo! ¿Por qué has huido de mí? No entiendo qué haces encima de ese olivo…  ¿Es porque te doy miedo?

El gallo, temblando como un flan, le contestó:

– Pues sí…  ¡Para serte franco, tu presencia me produce auténtico pánico!

La astuta zorra, que quería que el gallo bajara para hincarle el diente, puso cara de buena y empezó a mentir como una bellaca.



– Vaya, pues no sé por qué me temes ¿Acaso no te has enterado de que en esta zona hay una nueva ley?

El gallo puso cara de sorpresa y sintió curiosidad. Sin moverse ni un pelo de la rama a la que estaba aferrado, preguntó:

– ¿De qué nueva ley me estás hablando?

La zorra, muy ladina, continuó con su pantomima.

– ¡Ay, qué poco informado estás!… Esta semana se ha publicado una nueva ley que nos obliga a todos los animales y humanos a vivir en paz ¡Tenemos absolutamente prohibido hacernos daño los unos a los otros!

El gallo la miró fijamente a los ojos y no sintió buenas vibraciones. Algo en su interior le decía que no se fiara lo más mínimo de esa raposa de pelaje rojizo y hocico puntiagudo con buenas dotes de actriz.



– ¡Eres una mentirosa! ¡Tú lo que quieres es comerme!

La zorra se esforzó aún más en parecer convincente.

– ¡Te juro que no te estoy engañando! Por lo que veo es una ley que todo el mundo conoce menos tú… ¡Baja y te explicaré con calma todos los detalles!

El gallo empezaba a dudar ¿Y si no estaba actuando y decía la verdad?…

La zorra iba a abrir la boca para continuar su patraña cuando de repente escuchó un ruido a sus espaldas. Se giró y descubrió con espanto que eran dos cazadores armados hasta las cejas.

– ¡Oh, no, estoy en peligro!… ¡Yo me piro!

La zorra echó a correr como alma que lleva el diablo y el gallo desde arriba le gritó:

– ¡Eh, amiga!… ¿Por qué huyes? ¿No decías que todo el mundo conoce la nueva ley de paz entre hombres y animales? Si es así esos tipos no van a hacerte daño y no tienes nada que temer.

La raposa, en plena escapada, vociferó:

– Ya, ya, pero cabe la posibilidad de que los cazadores tampoco se hayan enterado de que esa ley existe ¡Adiós y hasta nunca!

La zorra había querido engañar vilmente al gallo de colores pero le salió mal la jugada y quedó al descubierto que había mentido. El gallo permaneció un ratito más en la copa del árbol, y cuando todo volvió a la calma, regresó tranquilamente al campo en busca de una deliciosa lombriz para saciar su apetito.
Cuento popular Paz entre los animales

El zorro inteligente



Adaptación del cuento popular de España
Cuenta la historia que un león y una leona vivían juntos en una cueva. Él era el rey de los animales y ella la reina. Además de trabajar codo con codo poniendo paz y orden entre los animales, estaban casados y se llevaban muy bien.

Un día, tras varios años de amor y convivencia, el león cambió de opinión.

– Lo siento, querida esposa, pero ya no quiero vivir contigo.

La leona no se lo esperaba y se puso muy triste.

– Pero… ¿por qué? ¿Es que ya no me quieres?

El león fue muy sincero con ella.



–  Sí, te quiero, pero te dejo porque apestas y ya no soporto más ese olor que desprendes y que atufa toda la cueva.

La pobre se disgustó muchísimo y por supuesto se sintió muy ofendida.

– ¿Qué apesto?… ¡Eso es mentira! Me lavo todos los días y cuido mi higiene para estar siempre limpia y tener el pelo brillante ¡Tú lo dices porque te has enamorado de otra leona y quieres irte a vivir con ella!

¡La pelea estaba servida! La pareja comenzó a discutir acaloradamente y ninguno daba su brazo a torcer. Pasadas dos horas la leona, cansada de reñir, le dijo a su marido:



– Como no nos ponemos de acuerdo te propongo que llamemos a tres animales y que ellos opinen si es verdad que huelo mal o es una mentira de las tuyas.

– ¡De acuerdo! ¿Te parece bien que avisemos al burro, al cerdo y al zorro?

– ¡Por mí no hay problema!

Pocos minutos después los tres animales elegidos al azar se presentaron en la cueva obedeciendo el mandato real. El león, con mucha pomposidad, les explicó el motivo de la improvisada  asamblea.

– ¡Gracias por acudir con tanta celeridad a nuestra llamada! Os hemos reunido aquí porque necesitamos vuestra opinión sincera. La reina y yo hemos nos hemos enzarzado en una discusión muy desagradable y necesitamos que vosotros decidáis quién dice la verdad.



El burro, el cerdo y el zorro ni pestañearon ¿Qué debían decidir? ¡Estaban intrigadísimos esperando a que el león se lo contara!

– Quiero que os acerquéis a mi esposa y digáis si huele bien o huele mal. Eso es todo.

Los tres animales se miraron atemorizados, pero como se trataba de una orden de los reyes, escurrir el bulto no era una opción.

Alguien tenía que ser el primero y le tocó al burro. Bastante asustado, dio unos pasos hacia adelante y arrimó el hocico al cuello de la leona.

– ¡Puf! ¡Qué horror, señora, usted huele que apesta!

La leona se sintió insultada y perdió los nervios.

– ¡¿Cómo te atreves a hablarle así a tu reina?!… ¡Desde ahora mismo quedas  expulsado de estos territorios! ¡Lárgate y no vuelvas nunca más por aquí!

El borrico pagó muy cara su contestación y se fue con el rabo entre las piernas en busca de un nuevo lugar para vivir.



El cerdo, viendo lo que acababa de pasarle a su compañero, pensó que jugaba con ventaja pero que aun así debía calibrar muy bien lo que debía responder. Se aproximó a la leona, la olisqueó detenidamente, y para que no le ocurriera lo mismo que al burro, dijo:

– ¡Pues a mí me parece un placer acercarme a usted  porque desprende un aroma divino!

Esta vez fue el león el que entró en cólera.

– ¡¿Estás diciendo que el que miente soy yo?!… ¡Debería darte vergüenza contradecir a tu rey! ¡Lárgate de este reino para siempre! ¡Fuera de mi vista!

El cerdo, que pensaba que tenía todas las de ganar, fracasó estrepitosamente. Al igual que el burro, tuvo que exiliarse a tierras lejanas.

¡Solo quedaba el zorro! Imagínate el dilema que tenía en ese momento el infortunado animal mientras esperaba su turno. Si decía lo mismo que el burro, la reina se enfadaría; si decía lo contrario como el cerdo, la bronca se la echaría el rey ¡Qué horrible situación! Tenía que pensar algo ingenioso cuanto antes o su destino sería el mismo que el de sus colegas.



Quieto, como si estuviera petrificado, escuchó la voz del rey león.

– Zorro, te toca a ti. Acércate a la reina y danos tu veredicto.

Al zorrito le costó moverse porque le temblaba todo el cuerpo. Tragando saliva se dirigió a donde estaba la leona y con mucho respeto la olfateó. Después, se separó y volvió a su sitio.

El rey ardía en deseos de escucharlo.

– ¿Y bien? ¡Nos tienes en ascuas!  Di lo que tengas que decir.

El zorro, tratando de aparentar tranquilidad, fingió tener un poco de tos y dijo con voz quebrada:

– Majestades, siento no poder ayudarles, pero es que a mí no me huele ni bien ni mal porque estoy constipado.

El león y la leona se miraron sorprendidos y tuvieron que admitir que no podían castigar al zorro porque su contestación no ofendía ni dejaba por mentiroso a ninguno de los dos.

El rey león tomó la palabra.

– Está bien, lo entendemos. Puedes marcharte a casa.

Nadie sabe cómo acabó la historia, ni quién tenía la razón, ni si finalmente la pareja llegó a un acuerdo de separación. Lo que sí sabe todo el mundo es que el inteligente zorrito logró zafarse del castigo de los reyes gracias a su simpática ocurrencia.Cuento popular El zorro inteligente

lunes, 2 de julio de 2018

como se hizo la lluvia

Cuentan que hace mucho, muchísimo tiempo, una gota de agua se cansó de estar en el mismo lugar, y quiso navegar por los aires como los pájaros, para conocer el mundo y visitar otras tierras.
Tanto fue el deseo de la gotica de agua, que un día le pidió al Sol que le ayudara: “Astro rey, ayúdame a elevarme hasta el cielo para conocer mejor el mundo”. Y así lo hizo el Sol. Calentó la gotica con sus rayos, hasta que poco a poco, se fue convirtiendo en un vapor de agua. Cuando se quedó como un gas, la gotica de agua se elevó al cielo lentamente.
Desde arriba, pudo ver el lugar donde vivía, incluso más allá, puedo ver otros rincones del mundo, otros mares y otras montañas. Anduvo un tiempo la gotica de agua allá en lo alto. Visitó lugares desconocidos, hizo amistades con los pájaros y de vez en cuando algún viento la ponía a danzar por todo el cielo azul.
Sin embargo, a los pocos días, la gotica comenzó a sentirse sola. A pesar de contar con la compañía de los pájaros, y la belleza de la tierra vista desde lo alto, nuestra amiga quiso que otras goticas de agua le acompañaran en su aventura, así que decidió bajar a buscarlas y compartir con ellas todo lo que había vivido.
“Viento, ayúdame a bajar del cielo para ir a buscar a mis amigas” Y el viento así lo hizo. Sopló y sopló un aire frío que congeló la gotica hasta volverse más pesada que el aire, tan pesada, que pronto comenzó a descender desde las alturas.
Al aterrizar en la tierra, lo hizo sobre un campo de trigo, donde había muchas goticas que recién despertaban hechas rocío mañanero. “Queridas amigas, acompáñenme hasta el cielo” gritó la gotica y todas estuvieron de acuerdo. Entonces, el Sol las elevó hasta lo alto donde se convirtieron en una hermosa nube, pero al pasar el tiempo, las goticas quisieron bajar nuevamente a contarles a otras goticas sobre lo que habían visto.
Y desde entonces, siempre que llueve, significa que cada gota de agua ha venido a buscar a su amiga para jugar y bailar en el cielo.

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